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Los alimentos que elegimos acompañan nuestra historia y fortalecen nuestros vínculos.

 

En nuestra historia, los alimentos nos han acompañado de diversas formas en cada etapa. Es que alimentarse es una necesidad pero también es una fuente de gratificación y placer. Es estímulo para nuestros sentidos y, muchas veces, el camino de retorno a través de nuestros recuerdos sobre vivencias que hemos transitado.

Todo esto se pone en juego cada vez que pensamos y decidimos qué comer, sin olvidarnos que es también una práctica social. Comemos con otras personas y al hacerlo compartimos un espacio.

Los alimentos son parte de nuestros hábitos, aquello que elegimos comer nos da identidad y pertenencia, nos acerca a personas y grupos, a estados internos, a sensaciones y emociones. Nos atraviesa por nuestras vivencias y por la historia de nuestra familia, nuestros amigos y afectos cercanos y también del lugar en que vivimos.

Nuestro caramelo preferido, aquel que podíamos robar en las horas de la siesta de la caramelera de la abuela, el alfajor que compramos en el kiosco frente al colegio y que comimos en los recreos de nuestra infancia. Las galletitas con las que merendábamos en la casa de nuestros vecinos, el maní con chocolate que nos compraba papá antes de entrar al cine… todos ellos ya no son para nosotros meros alimentos, son parte de nuestra historia, son parte de nuestra identidad. Son las golosinas, son los sabores, son las comidas compartidas y hechas anécdotas.

Todo esto está en nosotros, nos habita bajo la piel, nos transporta en los aromas, en los sabores o en el color del envoltorio de un paquete de golosinas. Y,  por eso, es parte de la elección de cada alimento. En la elección elegimos lo que nos representa y lo que nos habla de todo lo transitado y vivenciado.

Respetar esas elecciones es parte de una alimentación saludable ya que nos da identidad y hace posible la comensalidad, esta forma en que se comparten los alimentos en el momento de la comida en cada familia o grupo.

Compartir el momento de comer es de gran trascendencia social, ya que en esos momentos transmitimos valores, contamos nuestra historia y nos apropiamos de ella, siendo familia, siendo individuos, siendo sociedad.

 

El chocolate que compartimos en el recreo junto a un compañero, fue mucho más que un simple chocolate, fue aprender a partir lo que es de uno, para que sea de dos, fue vivenciar para alguien lo grandioso de dar de sí y para otro la maravilla de aceptar y recibir; puede ser ese el inicio de una gran amistad que dure por años, y entonces ese instante tan simple de dos niños pequeños sentados en un patio entre risas y juegos se vuelve un momento único y mágico en nuestra historia. Marca un antes, marca un después, marca historias.

 

 

 

 

FUENTE

De Vries J. The obesity epidemic: medical and ethical considerations. En: Science Engineering and Ethics 13, 2007.

Barthea. Del alimento a la comida. las transformaciones en la comensalidad y su efecto en los cuerpos de los niños. Congreso Argentino de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátricas. 2014

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